Cuando los hombres de campo se disponen a preparar un puchero empiezan matando una gallina. El cuello del animal es estirado y colocado sobre una superficie plana a la espera de un corte limpio. El corte se ejecuta y si hay invitados se les impresiona soltando el cuerpo decapitado para verlo correr en un espectáculo siempre patético y desconcertante. El ave se apresura sin rumbo como ignorando su muerte, sin horizonte y a la desesperada para terminar cayendo y apagándose lentamente.

Traigo esta imagen desagradable para ilustrar lo que en mi opinión le pasa al fujimorismo. A poco más de un año para las siguientes elecciones presidenciales observo con curiosidad los sondeos de intención de voto y no es novedad ver a la señora Keiko encabezándolas, de hecho fue una alternativa competitiva en 2011; más por la simpatía que algunos sectores de la población guardan por su padre que por méritos propios, todo hay que decirlo. En principio la noticia es buena para ellos, tienen un 'voto duro' que posiblemente ronda el 20%, los sondeos para las últimas elecciones nunca le dieron más del 25% y finalmente alcanzó el 23,5% en primera vuelta. Hoy la intención de voto los coloca en una situación similar en todos los sentidos, el 'voto duro' sigue estando ahí pero sigue siendo insuficiente.

Descartemos de plano el triunfo en primera vuelta de cualquier partido político en las próximas elecciones, pues ninguno tiene la capacidad para conseguirlo. Ahora imaginemos la segunda vuelta y pongamos en ella a la señora Fujimori, del otro lado pongamos a Alan García, PPK o si quieren a un posible outsider técnico (lo siento Urresti). ¿Le ganaría Keiko Fujimori a alguno? Me atrevo a decir que no, que la tarea sería imposible por las siguientes razones:

1.- Alianzas imposibles. No hay partido político con aspiraciones serias que se atreva a pactar con el fujimorismo. La cruz que llevan encima es demasiado grande, los recuerdos están muy frescos y pocos estarían dispuestos a verse soportar el peso. No me imagino a Alan, PPK o Lourdes Flores alzando el brazo de Keiko.

2.- Cargamontón. El escenario sería más bien el contrario. Se materializaría un frente en su contra que sin duda la dejaría sin posibilidad alguna. Su contrincante en la segunda vuelta sería el afortunado que reciba todo el apoyo del frente sin importar cuál sea su nombre. 

El fujimorismo no ganará las siguientes elecciones. Y con ello lo que queda de él tendrá que replantearse muchas cosas. Y a decir verdad creo que ya empezaron, pues aquel incidente con Leila Chihuán pareció un intento de desfujimorizar la agenda política del partido; muy inteligente por cierto. Pero esto no basta, sus perspectivas seguirán siendo las mismas mientras sean incapaces de reconocer los errores de Fujimori y el expreso deseo de deslindarse de su figura, como Edipo tendrían que 'matar' a quien los engendró si quieren sobreponerse. Si aquello pasa no creo que sea pronto, me cuesta imaginarme a Keiko Fujimori aceptando y condenando los errores de su padre.

¿Y el futuro? ¿Qué hay más allá de Keiko? Personalmente no veo nada. Solo hay que echarle un vistazo a sus cuadros para saber de sus carencias: Martha Chávez, Luz Salgado, Luis María Cuculiza, Octavio Salazar, etc. Como gran parte de nuestro panorama político, el fujimorismo se ha convertido en un museo de reliquias en el que el personalismo no ha permitido el ascenso de figuras jóvenes y relevantes a la palestra. Por otro lado, el electorado se ha renovado, se suman millones de electores jóvenes que atravesaron la adolescencia en un clima de transición en el que el repudio al fujimorismo era lo habitual. De hecho, puedo decir que no conozco a nadie de mi edad (20's) que tenga como opción votar por Keiko.  

 Así las cosas, el futuro del fujimorismo se dibuja borroso. Y vuelve a mi la imagen de aquella gallina, una a la que descabezaron de un corte seco a finales de 2000 y que desde entonces no ha hecho más que aferrarse a la fantasía de una vida inexistente e ingenua, corriendo a trompicones sin destino aparente y que más temprano que tarde terminará cayendo, exhausto sobre la arena mientras se le va dosificando la muerte.