¿Adopción homosexual?
La sobremesa del último desayuno dominical en mi casa se alargó sobremanera. ¿La razón? Carlos Bruce había decidido hacer pública su homosexualidad. El consenso con el que empezó la conversación —lo respetable de su opción sexual- se quebró más bien pronto cuando dije que me gustaría que no hiciese falta crear una figura eufemística para reconocer la igualdad legal de todas las ciudadanas y ciudadanos de este país.
— ¿Qué quieres, darles el matrimonio? —preguntó alguien.
Si, el que les corresponde. Pues aunque los fundamentalistas del 'decoro' lo ignoren, el matrimonio civil no es más que un acto jurídico con determinadas consecuencias legales para las partes. Un contrato muy usado por quienes quieren proveer a su relación de pareja un marco de seguridad jurídica. El matrimonio por otra parte, encierra en sí mismo un profundo significado, si, el del amor. Así que, ¿Es la orientación sexual un criterio válido para negarle este ejercicio a alguien? A todas luces no. Pues todo lo que se ha dicho y se dirá en contra, se descuelga de determinadas creencias religiosas –siempre respetables mientras no se intenten imponer- o de un concepto sumamente equivocado de lo natural.
— ¡Que barbaridades dices hijo! —decía mi abuela mientras me acercaba el café.
—Mira Lucho, ni siquiera te has puesto a pensar en el fin del matrimonio —sentenció alguien más.
¿El fin del matrimonio? Pues el único que tengo en mente es el de compartir tu vida con el ser que amas; y por supuesto que también había pensado en ello.
—No entiendo por qué fomentas la homosexualidad. Primero será esto y luego querrán adoptar hijos —soltó mi primo riendo nerviosamente.
— ¿Crees que fomento la homosexualidad porque defiendo la igualdad? No me interesa fomentar la homosexualidad ni la heterosexualidad pues me trae sin cuidado lo que cada quien haga en su cama —contesté.
— ¿Y la adopción qué? No me has contestado. ¡Este pendejo es capaz de apoyarlos! —replicó sonriendo al resto de la mesa.
Mi respuesta fue otra pregunta: ¿Y por qué no iba a hacerlo? Pues soy un convencido de que la ética del individuo no está predeterminada por ninguna condición; una ética requerida junto al sentido común y la responsabilidad para una crianza medianamente aceptable. No soy mejor que un homosexual solo por ser heterosexual ni él o ella lo es respecto a mí por esa condición; como yo no soy mejor que una persona blanca solo por ser mestizo ni obviamente ella lo es respecto a mí. Entonces, ¿Qué me haría pensar entonces que un homosexual está menos capacitado que yo para ejercer la paternidad, o la maternidad según sea el caso? Nada, absolutamente nada.
—La psicología del niño se vería afectada Luis, eso es innegable —recriminó alguien abruptamente.
Nuestra psicología señores, se ve afectada cada día. Es evidente que durante la infancia nuestra personalidad va siendo formada por una multitud de influencias. Influencias que nos llegan desde una infinidad de emisores; nuestra casa, el colegio, los amigos, los vecinos, la televisión, etc. Nos llegan cosas maravillosas y también cosas malas pues no crecemos en burbujas de cristal. Un niño en un hogar homoparental crecería sabiendo que hay seres humanos que se enamoran de otros de su mismo sexo y que deciden formar familias como la suya. ¿Habría algún peligro? Pues la verdad es que si, la estupidez de aquellos que se pasan la vida señalando a los demás. La misma estupidez de quien se burla de Juan porque renquea al caminar, la de quien piensa que Carlos es un sobón porque trata de hacer bien su trabajo, la de quien vive al acecho de tus errores y defectos para tratar de llenar una vida miserable. Ahí está el peligro. ¿Y dónde la solución? En alguien que te crie respetando a los demás, enseñándote a ser tolerante y solidario con quienes te rodean, en alguien que te enseñe que a la gente no se le juzga por superficialidades sino por su valor como personas, en alguien que te enseñe a fin de cuentas a ser humano.
Yo no aseguro que los homosexuales serían por regla unos padres ejemplares, porque aquello no es más que una contingencia y por las mismas razones nadie puede afirmar lo contrario. Entonces ¿Por qué íbamos a negarles la posibilidad de acoger a niños en sus familias? Porque si la posibilidad de un fracaso parental es motivo suficiente, tendríamos que ser coherentes y negarle la adopción a todo el mundo ¿No creen?
Entonces hagamos de tripas corazón y defendamos aquello en lo que creemos, que si algo hay que guardar siempre en el debate es la honradez intelectual. Así que la próxima vez que alguien te pregunte por lo que vendrá después de la unión civil responde sin titubear y siendo coherente.