Te odio Perú
¿Qué significa el Perú para ti? Me preguntó alguien alguna vez en Madrid en medio de unas cuantas botellas de vino. La pregunta husmeaba tan hondo y tan violentamente que me llevó a sumergirme en una prolongada pausa mientras mi interlocutor esperaba la respuesta. Supongo que el silencio no duró físicamente más de medio minuto pero en él vi pasar casi todos mis recuerdos. En él no vi banderas, no recordé himnos ni mártires, mi pausa se vio poblada de rostros; el de mi madre, el de mi abuela, los de mi familia y amigos, estampas de navidad, las pichangas, mis primeras fiestas, mi primer beso... La espera se quebró con una respuesta rotunda: Todo.
Desde aquella noche la cuestión sobre la naturaleza del sentimiento que provocaba en mi el Perú rondó algunos de mis desvelos, hasta que se vio solucionada gracias a un personaje que admiro mucho, Mario Vargas Llosa. ¿Cómo? Pues durante la lectura de su discurso en la entrega del premio Nobel. En medio de su 'Elogio a la lectura y la ficción', Mario soltó algo que me emocionó profundamente.
“No hay que confundir el nacionalismo de orejeras y su rechazo del “otro”, siempre semilla de violencia, con el patriotismo, sentimiento sano y generoso, de amor a la tierra donde uno vio la luz, donde vivieron sus ancestros y forjaron sus primeros sueños, paisaje familiar de geografías, seres queridos y ocurrencias que se convierten en hitos de la memoria y escudos contra la soledad. La patria no son las banderas ni los himnos, ni los discursos apodícticos sobre los héroes emblemáticos, sino un puñado de lugares y personas que pueblan nuestros recuerdos y los tiñen de melancolía, la sensación cálida de que, no importa donde estemos, existe un hogar al que podemos volver.”
Y cuando digo que me emocionó profundamente no lo digo en sentido figurado, pues en aquel momento quien escribe llevaba casi 5 años fuera del Perú.
Tras unos cuantos años más volví a casa extasiado de felicidad y el mayor de los entusiasmos. Han pasado ya casi 7 meses desde mi regreso y tengo que decir que la felicidad y el entusiasmo siguen intactos, pero quiero gritar y decir también que cada día que pasa esta sociedad me desalienta. Cada día después del primer café, emprendo una batalla cotidiana frente a la mediocridad y la impotencia.
La basura que en teoría tendría que haber recogido un camión recolector la noche anterior me espera en una esquina cercana. Pienso en el precario servicio de limpieza de la municipalidad de Breña mientras esquivo restos de mierda de perro regada por la Av. Del Río y me pregunto si el servicio de limpieza de la municipalidad de Pueblo Libre es aún más ineficiente. Llego a la Av. Bolivar y un cobrador poco aseado y colgado de un micro de la empresa TransLima me invita a subir a su unidad, que por cierto, no se ha acercado a la acera sino que pretende que yo esquive carros para subirme a ella. Opto por subirme a otro micro que me recoge como se debe pero sorpresa, cuando llego a mi destino pretende dejarme en medio de la pista, se lo reclamo al chofer y él no hace más que mirarme por el espejo retrovisor y hacer muecas de desagrado mientras trata de resarcir su error. Llego a la Av. Universitaria y emprendo mi camino hacia un puente muy concurrido por estudiantes de universidad, el olor a orina es insoportable.
Horas después me toca lidiar otra vez con el maldito tráfico de esta ciudad. En el camino, observo como una señora que lleva al colegio a una niña hace caso omiso al semáforo y pone en riesgo la vida de la criatura y la suya, se lo reprocho y me manda a rodar. Entonces la sumo a la larga lista de la gente que me ha insultado por reprocharle cosas como esa o usar la calle como un basurero o urinario. Luego llega la noche y las noticias de la tele o los periódicos me reciben con cosas como que la gente tilda a los homosexuales de anormales, que hay cientos de sinvergüenzas al volante matando gente y nadie hace nada, que tal funcionario público resultó ser un corrupto o que la señora Heredia cree que está en su chacra, en conclusión, que la ley del más pendejo se ha institucionalizado en este país.
Me acuesto; y como un fantasma vuelve a mi aquella cuestión, ¿Qué significa el Perú para ti? Entonces me imagino encarando a un ente femenino que representa a este país y gritándole a la cara aquello que dicen que dijo Julie de Lespinasse
"Te odio, pero tu sabes que cuando te odio, es porque te amo hasta el punto de la pasión que desquicia mi alma."
Luego reparo en que no me queda más que seguir siendo firme, soñando ingenuamente en que mi granito de arena sea un día parte de los cimientos de un nuevo Perú. Un país al que ninguno de sus hijos vuelva a odiar.